Las fobias pueden afectar la vida cotidiana de quienes las padecen, hasta el punto de acarrearles verdaderos problemas a sus relaciones afectivas, su entorno laboral y su vida privada. Debemos saber que, las fobias no suelen desaparecer por sí solas, por ello es muy importante buscar ayuda.
Lo primero es tener el diagnóstico de un profesional. Es importante conocer los diversos factores implicados en el problema, qué desencadena la fobia, que la predispone, qué soluciones se han intentado. El paciente y el especialista deben mantener una relación fluida que les permita elaborar objetivos a alcanzarse con el tratamiento.
Uno de los pasos más importante es imaginarse enfrentandose a la fobia e irnos mentalizando que antes o despues nos tendremos que exponer a ese miedo. Todo estos e puede acompañar de tratamientos conductales de relajación del tipo de la sorfologia.
En una segunda etapa se empieza a buscar “flexibilizar las creencias del paciente”. ¿Qué significa esto? Se intenta ver primero ante qué cosas tiene miedos. Imaginemos a una persona que le tiene temor a los perros. ¿Es a todos los perros o a algunos? ¿En qué situaciones? ¿Lo altera también una foto o un video? ¿Qué es lo que siente que puede ser lo peor que puede pasarle con un perro? ¿Qué es lo mejor?
A partir de ese diagnóstico se intenta encontrar grises y exponerlos ante algunas situaciones. “No se les pide que vayan todos los días al trabajo, lo que podría generar el efecto contrario. Pero vamos midiendo la intensidad de malestar que le provoca y tratamos de que se vaya aproximando”, cuenta Frutos. “Esto, además, consolida la relación terapéutica en la medida que el paciente va viendo resultados favorables. Y eso facilita el camino para futuros cambios”.
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